Roma en 48 horas
Puede parecer una utopía, pero basta con dos días en la Ciudad Eterna para captar su espíritu y descubrir sus principales monumentos. Del Coliseo a la Capilla Sixtina, pasando por los barrios populares, una propuesta para aprovechar el tiempo en la ciudad.
El metro es una de las mejores maneras de moverse por Roma para evitar el tránsito (que puede ser desordenado e intenso) y ganar tiempo. Vale saber entonces que los pasajes de la ATAC (compañía de transporte romana) son válidos tanto para el metro como para los autobuses, y se pueden comprar en distribuidores automáticos (mejor evitarlos por los problemas de vuelto) o en las boleterías mismas del metro. Es posible comprar un billete único (1,50 euros, se puede usar durante 100 minutos en el bus y una sola vez en el metro dentro de ese plazo) o un pasaje por día: Roma 24h (7 euros) y Roma 48 h( 12,5 euros).
Primer día
El itinerario puede comenzar en el monumento más famoso e imponente de la ciudad antigua, el Coliseo, antiguamente conocido como Anfiteatro Flavio. Con capacidad para 60-80.000 espectadores, y una altura de unos 50 metros, fue utilizado durante algo más de cuatro siglos para espectáculos de gran impacto. Lo mejor es reservar con anticipación por Internet y visitar también el interior. Luego se puede continuar por el interior de la zona arqueológica (entradas: Via di San Gregorio, Via Sacra y Largo della Salara Vecchia) empezando por la colina del Palatino, donde se encuentran los vestigios de la residencia imperial, con vistas al Circo Máximo, para descender después al Foro.
A continuación, se puede pasear por Via Cavour y adentrarse en el histórico Rione Monti, un antiguo barrio obrero ideal para tomar un café en los bares característicos de Roma. Tras el descanso, se puede continuar por Via dei Fori Imperiali y subir a la colina del Campidoglio para disfrutar de una vista única del Foro Romano y admirar la escénica plaza diseñada por Miguel Ángel. Si hay tiempo, el Museo Capitolino es imperdible.
Tras bajar las escaleras del Campidoglio, a pocos metros está la Piazza Venezia, caracterizada por un gran monumento blanco, el Altar de la Patria y el Palazzo Venezia, que data del siglo XV. Allí se sigue derecho por Via del Corso y se dobla a la derecha por Via delle Muratte: desde allí se llegará pronto a la Fontana de Trevi, donde es tradición arrojar una moneda para asegurarse el regreso a la ciudad.
Retomando la Via delle Muratte y cruzando la Via del Corso se llega a la Piazza di Pietra, dominada por imponentes columnas, único vestigio del antiguo Templo dedicado al emperador Adriano.
Siguiendo por Via dei Pastini se llega a la Piazza della Rotonda, hasta hace unas décadas un mercado, hoy siempre animado por turistas y romanos que disfrutan de un café sentados en mesas al aire libre. “La Rotonda» es el nombre con el que los romanos llamaban al Panteón, erigido como templo pagano y transformado más tarde en lugar de culto cristiano. Es admirable la gigantesca cúpula, que tiene más de 2000 años y sigue siendo la más grande del mundo.
Tras una pausa con café o helado, retomar el camino hacia Piazza Capranica y desde allí se llegará pronto frente al imponente Palazzo di Montecitorio, sede de la Cámara de Diputados, flanqueado por el Palazzo Chigi, del siglo XVI, hoy sede del Primer Ministro italiano. Justo enfrente se halla la Via del Corso, la principal arteria comercial de la ciudad.
Siguiendo hacia el norte hay varias calles que se cruzan con la avenida, como Via Frattina y Via dei Condotti, consideradas las calles más elegantes de Roma. Pasado el histórico Caffè Greco se llega a la Piazza di Spagna, dominada por la monumental escalinata que conduce a la iglesia de Trinità dei Monti. En el centro de la plaza se encuentra una original fuente de Bernini del siglo XVII, llamada «La barcaccia» por los romanos, ya que tiene la forma de una embarcación.
Segundo día
Lo ideal es llegar bien temprano a la Piazza San Pietro, frente al Vaticano, para admirar su espléndido trazado y la columnata de Bernini. La entrada a la Basílica de San Pedro (donde se encuentra la famosa Piedad de Miguel Ángel) es gratuita, pero suele haber una larga fila, mientras se paga la visita al Museo del Tesoro y la subida a la Cúpula.
Para visitar la Capilla Sixtina y conocer las extraordinarias colecciones papales, hay que que ir a los Museos Vaticanos, a solo diez minutos a pie de la basílica. También aquí hay que disponer de tiempo para la fila previa y la visita, pero el recinto es uno de los lugares más extraordinarios de Roma. Como alternativa, o además, se puede llegar fácilmente a pie al Castel Sant’Angelo, situado en la orilla derecha del Tíber.
Cruzando el río se llegará a la orilla izquierda, donde entre Via dei Banchi Nuovi y Corso Vittorio Emanuele hay multitud de alternativas para comer o tomar algo. Siguiendo la Via dei Coronari, salpicada de tiendas de antigüedades y muebles de época, pronto se llega a una de las plazas más bellas de la ciudad: Piazza Navona
La insólita forma de la plaza Navona deriva del antiguo estadio romano que allí se alzaba en la antigüedad, utilizado para carreras de caballos y cuadrigas. En el centro se encuentra la Fuente de los Cuatro Ríos, admirable obra de Bernini, y detrás el gran Palacio Pamphilj (actual sede de la embajada de Brasil) y la iglesia dela Sant’Agnese in Agone, obra de Borromini. En el extremo opuesto de la plaza se encuentra el Palazzo Braschi, hoy sede del Museo di Roma.
Pasando Corso Vittorio Emanuele y continuando derecho se llega a Campo de’ Fiori, que fue en el pasado uno de los lugares elegidos para las ejecuciones públicas, como recuerda la estatua del filósofo Giordano Bruno, condenado a la hoguera por sus ideas. Todas las mañanas se celebra aquí el mercado de frutas y verduras.
Un poco más adelante se encuentra la Piazza Farnese, dominada por la mole del palacio del mismo nombre, sede de la Embajada de Francia; para continuar el itinerario, hay que tomar la Via dei Giubbonari, cruzar la Via Arenula y siga derecho hasta el corazón del Ghetto.
Entre los vestigios del Imperio Romano, como el Pórtico de Ottavia y el Teatro de Marcelo, palacios nobiliarios y fuentes, se pueden descubrir las tradiciones de la comunidad judía que aún perviven y se han transmitido durante generaciones: panaderías, pastelerías, restaurantes kosher.
Finalmente, para terminar el día se puede cruzar de nuevo el río y visitar el Trastevere, el barrio popular de la ciudad, hoy animado por numerosos restaurantes, cafés y heladerías que permiten tomar el pulso nocturno de Roma.