Soluciones europeas contra el sobreturismo
Con una temporada de verano que se anuncia superadora y cantidades de turistas por encima de los récords pasados, los mayores destinos del continente tratan de controlar el turismo de masa y proteger la vida diaria de sus ciudadanos frente a los excesos.
En 2023, Europa recibió a más de 700 millones de viajeros de todo el mundo, una cifra que será sin duda superada este año. De este total una séptima parte corresponderá a Francia, el primer país del mundo en superar la barrera de los 100 millones de visitantes extranjeros en tan solo doce meses. Esta dinámica turística, que fue acelerándose desde el fin de la pandemia, podría tener un leve freno en 2025, cuando se implementará -luego de varios años de demora- el Sistema Europeo de Información y Autorización de Viajes, conocido como ETIAS. Los ciudadanos de los países que no necesitan visas en la actualidad para ingresar al espacio Schengen (que abarca la casi totalidad de la Unión Europea + varios países fuera del bloque) deberán pagar una tasa, tal como lo hacen actualmente para ingresar sin visado a los Estados Unidos, Canadá o Australia.
El ETIAS se aplicará a viajeros de más de 60 países incluso cuando estén de tránsito por aeropuertos o puertos del Espacio Schengen. El trámite se realizará online y tendrá un costo de 7 euros (los menores de 18 años y los mayores de 70 estarán exentos). Mientras tanto, el mayor desafío de los principales destinos del continente es mitigar los efectos negativos del sobreturismo y aportar soluciones para dar una contención a los movimientos de protestas y las conductas hostiles de muchas poblaciones locales. El caso más conocido y difundido es aquel de Venecia, donde se instaló un mix de cuotas diarias de ingresos y de cobro de una tasa diaria. Pero otros lugares aportan otros tipos de respuestas, como los ejemplos siguientes:
- Controles y multas en Cerdeña: para acceder a las playas más concurridas como la Maddalena es necesario realizar un pedido de turno online, como para ir a cenar a un restaurante. También hay que pagar y tener una conducta respetuosa. Las personas atrapadas in fraganti llevándose arena recibirán multas de varios miles de euros, especialmente cuando se trata de la archi-instagrameada Spiaggia Rosa.
- Guerra al turismo de excesos en los balnearios españoles: los destinos de Sol y Playa quieren limitar, controlar o erradicar las fiestas descontroladas, los ruidos excesivos por las noches, la permanencia de turistas borrachos e irrespetuosos en espacios públicos o los actos obscenos. Las acciones intentadas en las Baleares no fueron coronadas de éxito hasta el momento, pero en otras partes se va generando una mejor concientización. Es el caso de Sevilla, un destino popular para despedidas de solteros donde se suele cometer todo tipo de excesos y posturas explícitas. En Mallorca, el turismo de exceso provoca reacciones hostiles entre las poblaciones de las islas -un fenómeno que también se nota en Barcelona. Los vecinos empezaron a colocar carteles fakes que informan en inglés que las playas están cerradas, para desanimar la llegada de turistas.
- Un código de buena conducta en Islandia: la pequeña isla debe conciliar sustentabilidad con afluencias récord y ese equilibrio resulta complicado. Antes de la pandemia se lanzó un documento conocido como el Juramento Islandés, por el cual los turistas aseguran que van a tener una conducta respetuosa hacia los habitantes y el medio ambiente. La idea fue adoptada en varios otros lugares del mundo, desde Nueva Zelanda hasta la región de Annecy en los Alpes franceses.
- Lucha contra la contaminación sonora en Portugal: se aplican multas de hasta 40.000 euros por el uso de altavoces portátiles en las playas.
- Vallas en Austria: Hallstatt es un pueblo que atrae a grandes cantidades de visitantes y para mantener la apacible vida rural de los habitantes, se instalan vallas durante los momentos de mayor afluencia para contener la circulación de los turistas.