El único caso de sobreturismo en la Argentina

Se generó en El Chaltén, un pueblo de poco más de 1.500 habitantes que enfrenta problemas generados por la afluencia de cantidades de visitantes muy superiores a lo que pueden aguantar sus frágiles infraestructuras. 

“El Chaltén está en un punto de quiebre: podemos hacer todo bien o todo mal”, sentencia Julieta Martín, empresaria hotelera y miembro de AHT de la localidad patagónica que se asienta en el Parque Nacional Los Glaciares, en la provincia de Santa Cruz. Sucede que la infraestructura con la que nació el pueblo en 1985 y los servicios básicos de electricidad, gas, agua y tratamientos cloacales, sobrepasaron la capacidad para su actual población y colapsa en temporada alta de turismo.

Dominada por el cerro Fitz Roy y sus picos nevados todo el año, lagos de color turquesa, glaciares, lagunas, cascadas y senderos rodeados por lengas y ñires que se tiñen de anaranjados y rojizos, El Chaltén es de una belleza escénica que atrajo la atención mundial. Desde hace 30 años es un destino predilecto para el trekking, una actividad que se realiza de noviembre a marzo. Ese período es el más crítico: la población estable ronda los 4.000 habitantes porque se suman los trabajadores temporales. Y se reciben hasta 10.000 turistas por día… La infraestructura de las 110 hectáreas del ejido urbano fue pensada para contener y dar servicio a entre 2 y 3.000 personas. 

El Chaltén está en territorio de un Parque Nacional y la urbanización se desarrolló contenida en el espacio que cedió la administración nacional para convertirlo en municipio. Por eso, no es sencillo cuánto y hacia dónde puede extenderse.

“Mientras tanto, lo urgente es una planificación -sostiene Julieta Martín-. No se trata de desalentar el turismo sino de regularlo, y de esto hay ejemplos en el mundo. La actividad es la matriz productiva del pueblo. De nada sirve un Parque Nacional impecable si la gente se muere de hambre. Por eso, hay que trabajar para encontrar un equilibrio entre la problemática y la actividad turística”.

Todas las voces -desde ambientalistas, empresarios, vecinos hasta las oficiales- coinciden con el diagnóstico de una realidad: la infraestructura de El Chaltén, saturó. ¿En qué se traduce esa sobrecarga? “En el último verano los cortes de luz fueron constantes y prolongados. Si no hay electricidad, tampoco hay agua en el puedo porque se provee por bombas. También está al límite el gas que es envasado y se distribuye a domicilio. La planta cloacal está planificada para 2-3.000 personas. En temporada alta la planta no trata y vierte desechos directamente al río. La problemática abarca lo habitacional: no hay más viviendas ni para la propia comunidad”.

La sobrecarga de la red cloacal y el tratamiento de los residuos, derivó en la contaminación del río de las Vueltas, que rodea a la ciudad, y puso en jaque al río Fitz Roy. Las primeras denuncias fueron realizadas entre 2020 y 2021, cuando un informe elaborado por técnicos de Parques Nacionales alertó sobre la presencia de bacterias escherichia coli y salmonella en las aguas.

Mientras los reclamos comenzaron a sucederse y las respuestas continúan sin llegar, en 2023 un informe científico remitido al personal del Puesto Sanitario local confirmó la presencia de las bacterias en el río, lo que motivó denuncias y amparos ante la Justicia. El dato de que el caño cloacal vertía efluentes sin tratamiento sobre el río, fue ratificado por Parques Nacionales.

“El informe indicaba no solo que el río estaba contaminado, sino que la bacteria casi no responde a los antibióticos con los que habitualmente es tratada”, apuntó Carolina Codó, médica del puesto sanitario de El Chaltén, y residente desde hace más de 30 años.

Según los pobladores, la situación se agravó en los últimos 2 años pero se vislumbraba desde mucho tiempo atrás.

Si el diagnóstico es claro y una consecuencia catastrófica parece inexorable, ¿por qué no existe ya una agenda de remediación? Según Martín, “hay una inacción municipal y una disgregación del sector privado. El turista casi no advierte el problema, más que algún corte de luz durante su estadía que promedia las 3 noches. El nudo es tomar conciencia, no hacerse los distraídos porque tenemos que trabajar y dependemos del turismo aunque es tal el desmadre que en ese ámbito tampoco hay planificación”.

El panorama habitacional es sombrío: el turismo creció exponencialmente -en 2022 El Chaltén recibió un millón de turistas- y a la par los desarrollos de alojamiento pero sin regulación. Mucha infraestructura existente fue reconvertida para pernoctes de visitantes y la consecuencia hoy en día es que las viviendas permanentes son insuficientes, desaparecieron los locales comerciales, no hay farmacias ni veterinarias, ni siquiera gomerías.

“Un destino sostenible no se puede lograr ni en detrimento del medio ambiente ni de la actividad económica. El pueblo de El Chaltén conforma una burbuja muy frágil dentro del Parque Nacional: entre todas las partes, tenemos el desafío de encontrar el equilibrio”, concluye Julieta Martín.

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