El luminoso diciembre de Suecia

El último mes del año se asocia en Suecia con la preparación navideña y el tradicional festejo de Santa Lucía, que se conmemora el 13 de diciembre. Ese día todas las casas suecas se visten de fiesta para celebrar una de sus más entrañables tradiciones. Es cuando las jóvenes se visten de blanco con velas en la cabeza, un encuentro con un misticismo único en Escandinavia.
“Santa Lucía, espejismo resplandeciente, / difunde tu belleza en el esplendor de nuestro invierno. / Los sueños con alas susurran profecías sobre nosotros, / prende tus velas blancas, Santa Lucía. / Lleva tu túnica blanca misericordiosa a tu llamado. / Danos tú, novia navideña, una idea de la Navidad. / Los sueños con alas susurran profecías sobre nosotros, prende tus velas blancas, Santa Lucía”.
Aunque está en el norte de Europa, esta singular fiesta tiene sus raíces en el sur del continente: se trata de la conmemoración de Santa Lucía, que nació en Siracusa tras el martirio de una joven cristiana en el año 304 (durante el imperio de Diocleciano). Según la tradición, aquella Lucía colocaba velas para alumbrar su camino y poder llevar la mayor cantidad posible de comida a los cristianos perseguidos por los romanos, que solían ocultarse en catacumbas. Su calvario comenzó cuando rechazó el casamiento con un joven pagano, que la denunció ante las autoridades: después de numerosos vejámenes, a Lucía le arrancaron los ojos y fue decapitada. Por eso es la patrona de los ciegos y por ello también su celebración se conmemora el 13 de diciembre: ese día, según el calendario juliano que rigió en Suecia hasta mediados del siglo XVIII, es Navidad y se vive también la noche más larga del año.

De Sicilia a Escandinavia
La fiesta de Santa Lucía es una de las tradiciones más emotivas y representativas, celebrada en las escuelas, en las iglesias y también con emisiones especiales de televisión. Evocando aquel camino marcado con velas por la joven mártir, la fiesta se convirtió en Suecia en un encuentro dedicado a la luz precisamente en la época más oscura del año en Escandinavia.
La primera procesión registrada se realizó en Estocolmo en 1927 y desde entonces fue ganando en prestigio y representatividad, tanto que prácticamente todas las niñas suecas alguna vez se han vestido de Santa Lucía. Para ello se usan túnicas blancas en representación de la pureza, sujetas en la cintura con una cinta roja, que recuerda la sangre del martirio. Generalmente la ceremonia se organiza en las iglesias, escuelas o lugares de trabajo: es tan importante que marca en forma definitiva el período navideño en todo el país y prepara los espíritus para la gran fiesta que llegará poco después de diez días más tarde.
Las mujeres portan una corona de hierbas en la cabeza y los varones un gorro en forma de cono de estrellas (por eso se llaman stjärngossar, los chicos de las estrellas); todos llevan velas en las manos, unidas como en un rezo. Al final van los niños más pequeños, disfrazados de duendes. Y a la cabeza de la procesión, llamada en sueco Luciatåg, una de las jóvenes encarna a Santa Lucía con una corona de candelas encendidas cuidadosamente engarzadas en una diadema: mientras avanza, se oyen canciones navideñas y, naturalmente, la que se llama Sankta Lucia. Al mismo tiempo, la encarnación de la santa reparte al pasar bollos de azafrán en forma de espiral adornados con pasas (lussekatter) y las célebres galletitas de jengibre (pepperkakkor) que acompañan el período navideño en Suecia. La procesión se repite en todas las ciudades y pueblos, que eligen a su propia Santa Lucía y sus damas de honor, entre conciertos corales y presentaciones en teatros.

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