El valle de los quetzales
Las aves sagradas de Centroamérica se pueden descubrir en un increíble paseo por las montañas de Costa Rica. Gente de todo el mundo viaja en busca de descubrir la pequeña silueta de este pájaro de vistosas y largas plumas que apenas amanece se presta a ser fotografiado, trayendo el eco de las antiguas civilizaciones de la región.
La Cordillera de Talamanca, que alcanza 3820 metros de altura en el cerro Chiripó -el punto más elevado del país- ocupa el centro de Costa Rica. Le sigue el Cerro de la Muerte, de 3540 metros, una montaña que ganó su poco atractivo nombre cuando la actual ruta que lo cruza era solo un pequeño pero vertiginoso camino de cornisa. Esta cumbre separa el Valle Central (donde se encuentra San José, la capital costarricense) del Valle del General. La rodean las tierras más fértiles del país, donde crecen los cafetales que producen la variedad arábica mejor paga en el mercado internacional del café.
Varias zonas del macizo están protegidos por Parques Nacionales, al igual que el resto del territorio de Costa Rica, el país con la mayor proporción de áreas naturales del mundo (25% de la superficie total, un récord absoluto). Y entre ellas está el Parque Nacional los Quetzales.
Plumas iridiscentes
El parque nacional fue creado para proteger uno de los pocos lugares de Centroamérica donde sigue anidando una población importante de estas maravillosas aves. Los quetzales eran considerados como divinidades por los mayas y otros pueblos originarios. Su nombre en idioma náhuatl quiere decir “larga pluma verde” y hace referencia a la prolongada cola que lucen los machos, que se regenera cada año.
Las principales poblaciones de quetzales -que también es el ave nacional de Guatemala- están en Costa Rica, el país que mejor supo protegerlos. Si en buena parte de América Central corren riesgo de extinción, los guías de San Gerardo de Dota afirman en cambio que son cada vez más numerosos en el parque y sus alrededores.
Y por esto garantizan que cada salida de avistaje es un éxito: hay que creerles y confiar en su excelente conocimiento del terreno para abandonar la cama muy temprano y participar en las excursiones que organizan al corazón del bosque.
Encuentros “cara a pico”
San Gerardo de Dota es un valle encajonado que limita con el parque. Varios resorts encantadores se instalaron al largo de un arroyo que provee agua en abundancia para atraer una importante variedad de fauna, desde puercoespines a lagartos, venados, monos y por supuesto muchas aves. Los jardines de los hoteles como el Savegre atraen a cientos de colibríes de varias especies:: son tan confiados con los humanos que revolotean sin miedo en torno a los huéspedes y resultan la yapa ideal de las salidas en busca de quetzales, el ave emblema que atrae a todos los visitantes hasta este recóndito escondite en las montañas de Costa Rica.
Las salidas empiezan a las 5 de la madrugada, cuando todavía es de noche, para llegar por pequeños grupos -cada uno con su guía- hasta las zonas de nidificación. Entre los trópicos el sol se levanta muy rápidamente y en los primeros minutos del alba se ve ya con suficiente claridad como para observar y sacar fotos a los quetzales -machos y hembras- cuando salen de sus nidos y empiezan con sus rutinarias búsquedas de alimentos. Se trata de momentos mágicos y únicos, en presencia de una de las aves más bellas que existen en este mundo. Como los quetzales están protegidos, al igual que el medioambiente que habitan, las salidas siempre son exitosas y los encuentros son muy cercanos, tanto a veces no hacen falta siquiera los catalejos que llevan los guías.
Frente a un quetzal macho, posado sobre la rama de un árbol de la nuboselva, los turistas del mundo de hoy -por más moderno que sea- se emocionan al igual que los sacerdotes de las antiguas civilizaciones. Porque la belleza y la delicadeza del quetzal es de una esencia divina.