Diez experiencias europeas para vivir una vez en la vida
Más que los lugares, son las vivencias las que finalmente se imponen en los recuerdos de un viaje. Bella por la historia y por el arte, pero también por una geografía privilegiada, Europa puede ofrecer algunas inolvidables.
El refrán dice “ver Nápoles y después morir”, como síntesis de esas experiencias que, luego de haberlas disfrutado al menos una vez en la vida, ofrecen una sensación única de plenitud. La visión del Golfo de Nápoles al atardecer, cuando el sol se hunde incendiando el cielo sobre el azul del Mediterráneo, es sin duda una experiencia inolvidable que genera en el viajero una recurrente nostalgia: pero Europa ofrece muchas otras experiencias que por sí mismas valen un viaje. Aquí un pequeño abanico, para todos los gustos.
Un paseo en Fiat 500 por Florencia
Las colinas de la Toscana, sembradas de viñedos y olivares, están entre los paisajes más románticos del mundo. Recorrerlas al volante de un pequeño Fiat 500, el auto que simboliza la Italia retro y la dolce vita en miniatura, permite detenerse en pequeños restaurantes de campiña, apreciar las vistas de Florencia a la distancia o llegar hasta San Gimignano, una joya medieval rodeada de murallas del siglo XIII que forma parte de la antigua Via Francigena.
Las auroras boreales en Escandinavia
Son algunas de las imágenes más instagrameables del mundo: esos finos haces de luz verdeazulada que aparecen en las noches del extremo norte son el sueño de muchos viajeros en busca de romanticismo y aventura. La mejor época para verlas es el invierno, cuando se organizan salidas especiales para “cazar” las auroras boreales (incluso con mágicas experiencias de glamping). Noruega, Suecia e Islandia son los mejores lugares donde intentar fotografiarlas.
Crear un perfume en Grasse
La Provenza, en el sur de Francia, es un paraíso de colores y aromas. En los laboratorios de dos pequeños pueblos situados entre las colinas y el mar, Èze y Grasse, se fabrican algunas de las esencias basadas en flores que luego llegan a los perfumes de todo el mundo. Èze se levanta sobre un acantilado que permite divisar la Costa Azul entre Cap-Ferrat y Niza; Grasse es la sede de las casas de perfumes Galimard, Molinard y Fragonard, que ofrecen recorridos para mostrar las diferentes etapas de la elaboración de esencias. Aquí es posible participar en talleres abiertos al público, para irse con un perfume propio y una experiencia extraordinaria.
Cenar sobre el cielo de Atenas
La propuesta de restaurantes de altura existe en otros lugares del mundo, pero en Atenas el escenario es especial. Dinner in the Sky existe en la capital griega desde hace menos de una década y ofrece a solo 22 comensales un menú de seis pasos servido a 40 metros de altura. Los platos combinan la tradición griega con la inspiración culinaria moderna, acompañados por vinos griegos. Mientras tanto, las mesas giran suavemente y permiten divisar cómo la Acrópolis comienza a encenderse con el anochecer, mientras la mirada desde los ventanas puede ir más lejos, hacia las montañas y el mar circundante.
La puesta de sol en la Torre Eiffel
A la hora del romanticismo es difícil competir con París. La bella capital francesa, emblema del buen vivir, de la moda y de los inigualables sabores de Francia, no se conoce del todo sin subir a lo alto de la torre a la hora en que se pone el sol. Desde allí -es posible elegir distintas alturas y también distintas formas de ir a la cima, sea a pie o en ascensor- se tiene una vista increíble de la ciudad, con sus avenidas, parques y edificios coronados por techos de pizarra. Las cúpulas de las iglesias y los monumentos le ponen un toque de historia y arte al conjunto.
Sacarse una foto en hilera en Abbey Road
¿Aficionado o fan de la música de los Beatles? No es imprescindible para disfrutar de este paseo que se puede hacer simplemente en el metro londinense, bajando en la parada más próxima a los famosos estudios donde grababan no solo los cuatro de Liverpool, sino muchas otras estrellas del rock británico. Por supuesto, uno no es el único en tener la idea: día y noche hay gente esperando cruzar en fila para inmortalizarse en una foto al estilo de la portada del álbum Abbey Road, mientras los conductores esperan pacientemente en el semáforo. Divertido y ritual.
Visitar los mercaditos de Navidad de Praga
Los mercados navideños de la capital checa se encuentran entre los más famosos de Europa. Durante todo diciembre y hasta el 6 de enero abren en Plaza de la Ciudad Vieja y la Plaza de Wenceslao, en tanto hay otros más pequeños en la Plaza de la República, en el Castillo de Praga y en la Plaza de la Paz. Cristales de Bohemia, joyas, encajes, juguetes, adornos para el árbol de Navidad y muñecos decoran las puestitos de madera, donde se pueden también probar los dulces y las famosas cervezas checas. Hace frío, pero la magia de la luz -y un poco de vino caliente- convierten al paseo en una fiesta inolvidable.
Tomar chocolate con churros en San Ginés
Esta chocolatería abierta en Madrid sin pausa desde 1894 es una de las más famosas de la ciudad. Abierta hasta la madrugada, de tradición castiza e increíble popularidad, invita a reunirse a cualquier hora en torno a sus mesas de mármol para probar esta especialidad crujiente y tentadora que acompaña un buen café con leche o un chocolate espeso. Está muy cerca de la Puerta del Sol, sobre el histórico Pasadizo de San Ginés. Además de los churros hay que dejarse tentar por las porras, una variante más gruesa de los churros, también muy popular en Madrid.
Navegar en las islas de Croacia
Más de un millar de islas jalonan las costas croatas y dibujan algunos de los paisajes marítimos más bellos de Europa. Hay distintas formas de explorarlas, ya sea en ferry desde Split, Dubrovnik o Zadar, en cruceros que recorren entre cinco y siete islas a lo largo de una semana, o bien de la forma más lujosa: alquilando un yate o volando de una isla a otra en hidroavión. Elegir cuáles conocer es todo un desafío, pero hay que agendar al menos Makarska, Stari Grad, Vis y Mljet para conocer sus pequeños pueblos y playas de mar turquesa y transparente.
Hacer una visita panorámica en el Glacier Express
Entre St. Moritz y Zermatt, a los pies del emblemático Matterhorn, este tren -conocido como «el expreso más lento del mundo»– realiza un viaje de siete horas y 275 kilómetros. No es un viaje cualquiera: además de pasar por Chur, Andermatt, Brig y otros pintorescos pueblos suizos, atraviesa 291 puentes, 91 túneles y el Oberalpass, que supera los 2000 msnm. Con algunos cambios de itinerario, el tren funciona desde 1930 y es posible realizar el trayecto por tramos más cortos. ¿Una gran ventaja? Está incluido en el Swiss Pass y en el Eurailpass, si bien requiere reservar previamente el asiento.