Europa del Este en un pañuelo: Viena, Bratislava, Budapest
Las tres capitales, donde brilla un pasado glorioso, se pueden recorrer en pocos días en un circuito conjunto. Cercanas por distancia, pero sobre todo por historia, deslumbran por su elegancia, arquitectura, música y arte.
Las joyas de la corona del este europeo tienen tres piedras preciosas engarzadas a lo largo del Danubio, aquel río cuyas aguas parecen danzar siguiendo el ritmo del célebre vals de Strauss: Viena, la antigua capital del Imperio Austro-Húngaro; Bratislava, la pequeña pero encantadora capital eslovaca; y Budapest, la majestuosa capital de corazón termal.
El mapa las muestra sorprendentemente próximas: hay 80 kilómetros de ruta entre Viena y Bratislava, y otros 200 entre Bratislava y Budapest. En tren, lleva apenas una hora el primer tramo y dos horas y media el segundo. Conocer las tres ciudades reunidas en un mismo viaje permite asomarse a un pasado extraordinario, aquel en que las tres vivieron bajo el ala del mismo imperio, mucho antes de que los vaivenes de la historia y la influencia soviética separaran a Viena de las capitales eslovaca y húngara.
Viena, la emperatriz
La magnificencia de los palacios y la elegancia de su centro histórico hacen de Viena una ciudad única en Europa. Dentro del Ring -la avenida de circunvalación que rodea el centro de la ciudad- se encuentran los principales monumentos y palacios. El Hofburg, residencia de los Habsburgo, es el más grande e imponente de todos: su silueta domina el corazón de Viena e invita a conocer, en el interior, la Escuela Española de Equitación y un museo exclusivamente dedicado a la recordada emperatriz Sissi (cuya omnipresente figura también se evoca en Schönbrunn, el palacio de verano de la familia imperial, y en varias exhibiciones en toda la ciudad).
El Belvedere, donde se puede admirar “El beso” de Gustav Klimt, es otro palacio extraordinario en pleno centro: un buen lugar desde donde comenzar el recorrido de la Viena modernista, aquella que a principios del siglo XX vio florecer los estudios de psicoanálisis de Sigmund Freud -que también tiene un museo especialmente dedicado- y las obras decorativas y arquitectónicas de Otto Wagner y Kolo Moser. La cúpula dorada del edificio de la Secesión, o los edificios de la estación Karlsplatz, forman parte de esta época gloriosa en la historia de la ciudad.
Un paseo vienés no puede perderse además la visita a la Ópera -mejor aún si es para escuchar un concierto- y un homenaje a los valses de Johann Strauss, con su estatua dorada en el Stadtpark. Mientras tanto en el Prater, el parque que concentra juegos y diversión, se encuentra la histórica Rueda con su vista a vuelo de pájaro sobre toda la ciudad, incluyendo la aguda cúpula de la Catedral de San Esteban. La aguja de la iglesia se eleva sobre el centro histórico, cerca de la peatonal Graben Strasse y su famosa Columna de la Peste.
Una visita a Viena no debería terminar, por supuesto, sin probar sus sabores: la wiener schnitzel, y luego un café (¡vienés!) en alguno de sus establecimientos más famosos, sea el Café Central o el Sacher, famoso por su torta de chocolate.
Bratislava, una joya discreta
Partiendo de la estación central de Viena, en una hora se habrá llegado a la pequeña capital eslovaca. Tiene medio millón de habitantes, pero sus atractivos principales se concentran en un centro construido a escala humana.
Uno de sus monumentos principales es el Castillo de Bratislava, una mole cuadrada y blanca levantada a partir del siglo IX que se levanta sobre una colina junto al Danubio. El interior alberga el Museo Nacional Eslovaco, la Cámara del Tesoro y el Consejo Nacional de la República Eslovaca. A los pies de la colina se puede ver la Casa del Buen Pastor, un edificio en estilo rococó rodeado de cafés y restaurantes ideales para probar algo de la cocina centroeuropea.
El casco antiguo, por su parte, es encantador y lleno de sorpresas. La Puerta de San Miguel, la única puerta de las antiguas fortificaciones medievales que aún sigue en pie, es uno de los edificios más antiguos y hoy exhibe una muestra de armas abierta al público. Dos edificios clave de esta parte de la ciudad son el Ayuntamiento Viejo (Stara Radnica), coronado por la Torre del Reloj, y el Palacio del Primado, que fuera antiguamente una residencia arzobispal. Y para sentarse a descansar (¿por qué no tomando un chocolate en la chocolatería Schokocafe?) espera allí cerca la Plaza Hlavne Namestie. Entre un lugar y otro, el viajero puede jugar a descubrir las curiosas estatuas con las que, aquí y allá, Bratislava sorprende a los visitantes.
Budapest, la favorita de Sissi
Castillos, puentes, aguas termales, cafeterías, librerías, palacios: Budapest es una tentación de principio a fin, a solo dos horas de Bratislava. A orillas del Danubio, la capital húngara se jacta de varios sitios que han sido declarados Patrimonio de la Humanidad: el barrio del Castillo de Buda, la avenida Andrássy, la Plaza de los Héroes y el Metropolitano del Milenio, el segundo más antiguo del mundo. La ciudad es especialmente conocida por sus fuentes termales, pero además de disfrutar sus célebres aguas hay mucho más para conocer: empezando por la Sinagoga Dohany Utca, la segunda más grande del mundo, en cuyo exterior un Árbol de la Vida recuerda, en cada hoja, el hombre de una víctima del Holocausto. De allí se puede caminar hasta el Mercado Central, un imperdible para comprar paprika -uno de los productos más conocidos de la gastronomía húngara en el mundo- y recuerdos.
Junto al Puente de las Cadenas (que une Buda y Pest a lo largo de casi 400 metros) y el Puente de Elizabeth (dedicado a la famosa Sissi, que prefería Budapest a Viena), el Puente de la Libertad es el más famoso de la ciudad y es próximo a la calle peatonal Vaci, que corre desde el Mercado Central hasta la Vörösmarty Tér. Como la capital austríaca, también Budapest tiene su iglesia dedicada a San Esteban -la más grande de la ciudad y su Ópera, un edificio neorrenacentista famoso por su acústica.
¿Otros imperdibles? El Parlamento de Budapest, la Plaza de los Héroes, el Castillo Vajdahunyad y el Balneario Széchenyi, uno de los principales complejos balnearios de Europa, con 15 piscinas, tres grandes al aire libre y 12 interiores. Todos motivos para sellar un viaje inolvidable al pasado glorioso del este de Europa.