La tradición gauchesca de Buenos Aires
Como cada 22 de agosto se celebra el Día Internacional del Folclore y el Día del Folclore Argentino. Se trata de un reconocimiento a las festividades, leyendas, gastronomía, artesanías, creencias, hábitos y música que conforman la idiosincrasia de un pueblo.
Es inevitable identificar de manera inmediata la provincia de Buenos Aires con la figura del gaucho y su mundo cultural. Este personaje histórico que recorrió gran parte del territorio bonaerense dejó su huella en tradiciones y saberes populares que se mantienen vigentes.
En las calles de General Madariaga y San Antonio de Areco se sienten y viven las costumbres del universo gauchesco.
“Madariaga”, como la llaman sus habitantes, se ubica en la región del Tuyú que en guaraní significa tierras blandas y pantanosas. Este destino también es conocido como el “Pago gaucho”.
Allí todos los años durante el segundo fin de semana de diciembre se celebra la Fiesta Nacional del Gaucho, que comenzó como iniciativa de sus pobladores en 1972, cinco años después el gobierno provincial la instituyó como festividad y en 1988 alcanzó la categoría nacional.
“La fiesta tiene como finalidad exaltar la figura del gaucho y ayudar a mantener vivas las tradiciones. Es un homenaje al habitante de los pagos tuyuseros”, indicaron desde el municipio. Según los relatos orales, los gauchos tuyuseros eran aventureros y conocían con precisión la geografía del lugar, en especial los Montes Grandes, infinitas extensiones de tala y coronillo en las que era muy fácil perderse.
El cantautor madariaguense Argentino Luna difundió y reivindicó la identidad rural tanto en el país como en el exterior. “Estos gauchos de un lugar llamado General Madariaga me dieron el canto, la copla y el pensamiento, y después no fue tan difícil subir a un escenario a contar historias”, expresaba el folclorista en sus espectáculos.
En el Museo Histórico del Tuyú están los restos del compositor que falleció en 2011. En la sala destinada especialmente a Rodolfo Giménez, su verdadero nombre, hay guitarras, tapas de sus discos y fotos. Además, todos los años se realiza la semana de Argentino Luna para difundir su obra.
Por otro lado, en la ciudad se pueden visitar talleres de plateros, sogueros, herreros, talabarteros, hilanderas, pintores, escultores y ceramistas.
Según la leyenda sobre la “Fruta de Tala”, escrita por Lucio Eber Jorge, quien llegue a la región del Tuyú y pruebe la fruta de ese árbol luego no querrá irse del lugar.
San Antonio de Areco, por otra parte, es uno de los pueblos más antiguos de la provincia y en 2015 fue declarado Capital Nacional de la Tradición por su extenso camino en preservar, cultivar y visibilizar la identidad gauchesca.
Ese largo recorrido tuvo momentos clave: en 1926, el escritor arequero Ricardo Güiraldes creó su famosa obra “Don Segundo Sombra”, ambientada en ese destino. En 1939 se estableció el 10 de noviembre como el Día de la Tradición y se eligió a San Antonio de Areco como sitio de la celebración oficial. En 1984 la legislatura provincial designó a este municipio como “sede permanente” de esta festividad vernácula.
Durante la celebración de la Fiesta Nacional de la Tradición se llevan adelante exposiciones, peñas y degustaciones en las calles de la ciudad. Miles de personas de diferentes puntos del país llegan para participar de este encuentro.
En los desfiles los gauchos exhiben a sus mejores caballos con emprendados de oro y plata, que hacen gala de su destreza y elegancia al caminar. En ese momento se realiza el ritual de la bandera del día de la tradición, donde la autoridad de mayor rango en el palco se la entrega a un jinete designado previamente y este se transforma en abanderado de la cabalgata.
En el casco histórico abundan establecimientos de plateros, artesanos, talabarteros, tejedoras y sogueros. Las pulperías, los bares históricos y los almacenes de ramos generales integran esa escenografía criolla. Una típica postal de esos lugares son los gauchos acodados en la barra, antiguas botellas almacenadas en inalcanzables estanterías, paredes añosas y pisos crujientes de pinotea.
El museo Ricardo Güiraldes, el museo Las Lilas y la pulpería “La Blanqueada”, declarada Monumento Histórico Nacional en 1999, son algunos de los imperdibles de esta ciudad.
La atmósfera rural y gauchesca se siente y se vivencia en cada rincón de esos destinos que nutren las tradiciones de la identidad criolla.