Tres huellas de St. Exupéry
El autor de El Principito recorrió la Argentina de punta a punta con el avión de la Aeroposta. Hoy se le puede seguir el rastro, de Entre Ríos a la Patagonia, para descubrir dónde se inspiró para algunos de los personajes y escenas de su libro más célebre.
La isla de los pájaros
Muchos de los viajeros que llegan a conocer este extremo costero de la provincia de Chubut lo descubren enseguida al cruzar el itsmo Ameghino que une la península con el continente, porque sobre el golfo San José la silueta de la Isla de los Pájaros -abultada en el centro y achatada en los extremos- es inconfundible e idéntica al dibujo de la “boa que se tragó un elefante” en el relato de las aventuras del Principito. “St. Ex” sobrevoló muchas veces esta parte de la costa patagónica llevando y trayendo la correspondencia para la Aeroposta Argentina, de modo que conocía muy bien este rincón austral que los turistas pueden avizorar desde poderosos largavistas instalados cerca de la ruta. Porque la Isla de los Pájaros -que al bajar la marea vuelve al unirse brevemente al continente- es una reserva donde habitan decenas de especies de aves diferentes, entre otras ostreros, cormoranes, garzas, gaviotas y patos vapor. Mide apenas 300 x 200 metros y también sirve para la nidificación de pingüinos de Magallanes. Antiguamente los colonizadores españoles habían establecido aquí el Fuerte San José, pero fue destruido definitivamente en 1810.
Palacio San Carlos
En su libro Tierra de hombres, Saint-Exupéry cuenta un curioso episodio que le ocurrió un día con su avión, esta vez cuando pasaba por encima del Litoral: de pronto, ante un desperfecto, tuvo que hacer un aterrizaje de emergencia cerca de Concordia, en la provincia de Entre Ríos, y para su sorpresa allí fue recibido cálidamente por dos hermanitas francesas que vivían con sus padres en el Palacio San Carlos. Edda y Suzanne Fuchs-Valon, las pequeñas, vivían con toda libertad en el monte y hasta tenían un zorro amaestrado que bien hace recordar el episodio del Principito y la famosa frase según la cual “lo esencial es invisible a los ojos”. El escritor se hizo amigo de la familia y se encariñó con las niñas, que según la leyenda fueron fusionadas en un solo personaje: el inocente Principito. Hoy la construcción donde vivían está en ruinas, en el centro de un parque muy visitado, y un monumento recuerda la célebre creación de Saint-Exupéry con planeta incluido.
Museo Nacional de Aeronáutica
Los aficionados a los aviones suelen emprender el viaje hasta Morón, en la periferia de Buenos Aires, para conocer la colección de este museo que conserva desde aparatos que volaron en la Guerra de Malvinas hasta un monoplano de 1909 construido por Louis Blériot. Pero la auténtica rareza que se vincula con el Principito es el monomotor Latécoère 25 con el que volaron Saint-Exupéry y otros pilotos de la Aeroposta, como Jean Mermoz. Fue restaurado con absoluto cuidado y es un ejemplar único en el mundo. Parece casi un milagro que en un avión que se diría tan precario se hayan podido realizar auténticas hazañas, cruzando la Patagonia y la Cordillera de los Andes, como evoca el escritor-aviador en las obras que lo hicieron célebre antes de desaparecer él también, como tantos de sus colegas, en la Segunda Guerra Mundial.