Viaje al mundo de los quilmes
La provincia de Tucumán alberga los restos precolombinos más importantes -y también más antiguos- de la Argentina. En el corazón de los Valles Calchaquíes, un pucará se ha convertido en el testimonio tangible y duradero de la triste historia de un pueblo nativo de esta región que terminó exiliado y olvidado en el otro extremo del país. Esta fortaleza se encuentra en la cima del cerro Alto del Rey, que alcanza los 1850 metros de altura y les habla a los visitantes del presente sobre aquel doloroso pasado.
Los indígenas quilmes se refugiaron allí durante el asedio de las tropas hispánicas. El sitio es sin duda clave gracias a su ubicación, porque permite controlar de un solo vistazo las invasiones que proceden del valle. Según se estima, vivieron en lo que hoy son solo ruinas unas 3000 personas: en la actualidad, los cimientos de algunas de las antiguas casas de los habitantes fueron reconstruidas en el ingreso al complejo. Se trata de una cantidad mínima, apenas el 5% del total, aunque fue muy discutido el concepto rector de estas réplicas, que se crearon con fines turísticos. Pasando la base, más arriba, el legado es el original de los indios quilmes.
Según los arqueólogos que trabajaron en el lugar, las viviendas son las de forma rectangular, en tanto el resto de las construcciones estaba destinada para otros fines, fueran depósitos o represas. Varios detalles dan cuenta del estado más avanzado de los quilmes en relación con pueblos vecinos: contaban con sistemas de riego para optimizar el uso de la tierra y el agua, y construyeron también espacios para la observación astronómica. Fragmentos de cerámicas, urnas y vasijas aún se pueden ver en el suelo, mudos testigos de aquella trágica historia; del otro lado del cerro quedan todavía piezas enteras.
El museo
Cuando se sube al cerro es posible divisar una pirca -pared de piedras- de aproximadamente un metro de altura que rodea al pucará en algunos tramos. Con un poco de imaginación la mente reconstruye toda la muralla de piedras, que alcanzaba en sus mejores tiempos los tres metros de altura y permitía proteger a los habitantes de la ciudadela.
En el ingreso a las Ruinas de los Quilmes hay un museo donde la comunidad que administra las tierras se encarga de cobrar la entrada. Allí mismo hay una exhibición con cuatro salas centradas en la historia de los quilmes, que permiten a los recién llegados descubrir cuál fue la importancia de este pueblo cuyos descendientes siguen ocupando los verdes valles tucumanos.
La historia cuenta que los quilmes pasaron 130 años en guerra, desde 1534 -el momento en que los españoles llegaron a sus tierras- hasta 1667, cuando faltos de agua y comida terminaron derrotados en su propio reino. Los investigadores creen hoy día que a lo largo de aquellos años los quilmes no vivieron batallas continuadas, sino invasiones espaciadas: pero finalmente, los conquistadores decidieron asediar la ciudadela y terminar de una vez por todas con la resistencia de sus habitantes.
El destino que les estuvo reservado fue cruel: los antiguos guerreros indomables fueron capturados y sus familia esclavizadas. Al menos las que quedaban, ya que muchos decidieron inmolarse para escapar a los conquistadores: y los soldados españoles, triunfantes, obligaron al pueblo de los quilmes a caminar más de 1500 kilómetros hasta llegar a su remoto exilio en la localidad que hoy se conoce precisamente como Quilmes, en las fueras de Buenos Aires. De los 6000 habitantes que vivían en la actual Tucumán, 2000 -unas 260 familias- sufrieron este destino: pero solamente 400 pudieron resistir la travesía.
Su historia se conoce hoy a través de los pobladores de los valles y de la tradición oral: y es la que se puede palpar en este magnífico conjunto de ruinas que desde el pasado hablan al presente y dejan una enseñanza de resistencia y valor tan perdurable como la belleza de los Valles Calchaquíes.